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Full text of "Alas nuevas"

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Ipuche,  Pedro  Leandro 
Alas  nuevas 


PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


^  ALAS  NUEVAS 


VIONTEVIDEO    -   1»22 


PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


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ALAS  NUEVAS 


MONTEVIDEO     —    1922 


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IMPRENTA  RENACIMIENTO 
25  DE  MAYO,  483 


y  esta  es  la  hora  de  cantar  en  serio. 
Vida,  naturaleza,  hombre,  misterio. 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2010  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/alasnuevasOOipuc 


LOS  CARREROS 


1 


Y  por  los  quietos  caminos 
Vienen   los  carreros. 
Displicentes,  y   fuertes,  y  cetrinos, 
Misteriosos  y  fieros. 

Vienen  los  carreros. 
Tarareando  sus   lentos   estilos, 
Y  aguijando  los  bueyes  mañeros 
De  belfos  babosos  y   pasos  tranquilos. 

Las  carretas  gemebundas 
De  ásperos  varales  y  toldos  curtidos 
Estiran  dos  franjas   largas  y   errabundas 
Con  sus  ruedas  de  ejes  rayados  de  ruidos. 

Pendulea  el   muchacho, 
Y  el  perro  sombrío  viene  a  la  culata 


8  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Torpe  y  borracho 
Por  el  sol   de  Enero 

Que  desata 
Sus   llamas  de  plata. 

II 

Vienen  los  carreros. 

Con  la   lanza   de  paz  de  la  picana 
Flexible  sobre  el   hombro  : 
Con   la   pierna  cruzada 

Sobre  la  cruz  paciente  del  caballo  ; 

Y  tocando  en  los  lomos  manchados 
Con  el   clavo  feudal   de  la  tacuara 
La  yunta  de  los  bueyes  delanteros. 

Los  macizos  cuarteros, 

Y  los  fuertes  y  gordos  pertigueros. 

III 

¡  Tira  güey  ! 
¡  Pertiguero,  gücy  I 

i  Barcino,   güey  ! 
¡  Delantero,  güey  ! 

Vienen   los   carreros. 
Ásperos  del  polvo  volador  del  campo, 


ALAS  NUEVAS 

Abochornados  por  el  sol  abierto 

Que  se  lanza  a   los  campos  totalmente. 

Visten   el   liso  chiripá,   sujeto 
Por  el  brazo  apretado  del  cinto  : 
Calzan  crueles  tamangos  de  tientos, 
Y  bajo  el  sombrero  caen  las  cuatro  puntas 
Del   pañuelo  listado  de  colores 
Que  los  defiende   del   fuego   del   aire. 


IV 


¡Oh,  sencillos  amigos  de  brazos  quemados, 
De  barbas  criollas. 

V  de  ojos  hechos  a  entender  el  día, 

Y  hechos  a  ver  las   noches  hasta  el   fondo: 
Carreros  ocres  de  la   tierra   mía  ! 

Vosotros  fuisteis  los  primeros, 
Taciturnos  carreros. 
Que  enseñaron  a  andar  al   terruño  : 
Cuando  mi  raza,   ensangrentada  y  triste, 
Se  dio  al   trabajo,   y  pudo  desdoblarse 
Al   trajín   primitivo  del   comercio. 

Vuestras  carretas 
Abrieron  y  anudaron  los  caminos, 


10  PEDRO  LH ANDRÓ  IPUCHE 

De  poblado  a  poblado, 
Con  la   paciencia   terca  que  su   andar  alargaba. 
Cruzando  el   pajonal   alto  y   revuelto, 
Y  el   río  oscuro  de  ramaje  suelto 
Que  —  arcano  y  desolado  —  se  estiraba. 

Y  cacheteados  por  los  vientos  todos, 

Y  castigados  por  las  aguas  todas, 
Entrabais  a  I03  pueblos  primerizos 

Con   un  esmalte  serio 

De  lo  desconocido 
Ante  la  gente  crédula,   encerrada 
En  la  línea  apacible  del   lugar. 


V 


Yo  os  he  visto  de  niño,   sufridos  andariegos, 
Pasar  por  las  porteras,   y  entrar  a  los  poblachos, 
Suspendiendo  la   dulce  soltura   de  mis  juegos 
Entre  los  talas  grandes  y  los  recios  quebrachos. 

I  Con  qué  miedo  os  miraba  venir  del  horizonte 
Trayendo  los  prodigios  de  la  ciudad  ignota. 
Yo,   crecido  entre  pájaros,  alborotando  el   monte, 
Y  avistando  del  árbol   la  vibración   remota! 

Para  m'\  ergís  augures,  nigromantes,  herméticos, 


ALAS  NUEVAS  1 1 

Con  vuestros  rasgos  bárbaros,   terrosos  y  profélicos. 

Venidos  de!  misterio  para   mi   ingenua  idea. 

Yo  os  veía  con   raros  temores  avanzar 

Entre  las  estridencias  de   la   carreta   fea  : 

Y   hoy  sé  que  por  vosotros  mi  tierra  empezó  a  andar. 

VI 

Se  han   detenido  las  carretas 
En  el   ala  del   bosque  oscuro  y   largo. 
Ya  desuncen   sus  bueyes  los  criollos  ascetas. 
Y  preparan   el   agua   ritual   del   mate   amargo. 

Y  el  sol  seco  del  verano 
Con  sus   bermejas  picanas 

Picanea   la  sombra  hasta  el  llano. 

Por  la  noche, 
Sólo  se  ve   de  lejos  la   inquietud  de   la   llama 
Alzar  un  círculo  sabático, 

Y  destacar  al  vivo 

Las  caras  plácidas   de   los  carreros. 

I  Los  carreros  ! 
Los  primeros 
Viajeros 


12  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Pacíficos  y  fieros 
Que  a   los   caminos  nuevos 
Llevaron   la  andariega   rudeza   de   un   canlar 
Ellos  nos  enseñaron   a   caminar  bien  lejos  ; 
Por  ellos  aprendimos  a  salir  del  lugar. 

I  Ah  mis  carreros  viejos, 

Ya   os  ha   llegado  el   momento 

Humano,   de  descansar ! 


ALAS  NUEVAS  15 


LOS  POTROS 


Y  van   saltando   los  potros,   foscos,   trémulos,   crinudos, 
Desplegando  su   energía   en   relinchos   estridentes. 

Hay  un  vaivén  epiléptico  en  sus  ojazos  desnudos. 

Y  la  amenaza  siniestra   del   desgarrón  en  sus  dientes. 

I  Ah,   los  potros    de  ancas   duras  y  corvejones    nervudos  ; 
Impetuosos,   primitivos    de  lomos  resplandecientes. 
Donde  el  gaucho  —  ágil  y  audaz  —  entre  gritos  y  saludos, 
Hace  un  ángulo  de   ajuste  con  sus  piernas  resistentes  ! 

Los  potros  abren  en  mí  la  curva   de  los  impulsos, 
Repercuten  en  mi  cuerpo,   hacen  tremolar  mis  pulsos. 
En  un  afán  de  banderas,   de  martillos  y  de  lazos. 

Son  la  fuerza  —  rauda  y  toda  —  y  por  eso  me  seducen, 
Cuando  siento  el   tamboreo  de   sus  cascos  que   relucen 
En  un  tropel  aturdido  de  mordiscos  y  pechazos. 


14  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


EL  CANTOR  CIEGO 


II 


Lleva  enhebrada  en  las  cuerdas  de  su  guitarra   tristona 
La  tradición  lugareña  de  tragedias  y  aventuras  ; 
Tiene  algo  de  varonil  lo  rauco  de  la  bordona, 

Y  hay  tres  mujeres  que  ríen  en  las  primas  inseguras. 

Es  el  aeda   del  pago  que  al  gauchaje  sugestiona  : 
Trashumante,  ciego,   augur,   hace  misteriosas  curas. 
Cuando  extiende  un  episodio  o  un  lance  su  voz  temblona, 
Pone  en  los  rostros  tostados  la  humedad  de  las  ternuras. 

Saltan  y  saltan  por  lo  íntimo  de  su  caja  sexticorde 
Tres  cascabeles  de  víbora  que   hacen  mágico  el  acorde. 

Y  en  los  acentos  tumbales  de  su  voz  octogenaria 

Hay  relámpagos  de  lanzas  y  chispeos  de  facones. 
Desafíos,   domas,   hierras,   sortijas  y  pericones, 

Y  la  llama  del  coraje  y  el   temblor  de  la  plegaria. 


ALAS  NUEVAS  13 


LAS  SORTIJAS 

(1) 
III 

Por  la  luz  festiva  y  ancha  de  este  sol  que  abre  la  tarde, 
Hay  un  júbilo  sonoro  y  centellantes  ginetes  ; 
Criollas  que  en  los  escaños    muestran   un    triunfal  alarde, 
Cuando  ven  sus  novios  trémulos  sobre  el  ardor  de  los  fletes. 

Allá,   por  los  cabezales  de  un  camino  que  blanquea, 
El  arco  de  mataojos  luce  la  argolla   probática, 

Y  un  gaucho  alígero  cruza,  y  no  ensarta  la  presea. 

Y  sofrena  el  redomón  que  es  una  furia  acrobática. 

¡  El  número  tres  1  —  Y  un    gaucho,  sacudido   de  emoción. 
Siente  que  le  arde  en  el  pulso  la  audacia  del  corazón. 
Aguija,   y  entre  las  chispas  del  polvo  corre  el  cebruno  : 

Saca  el   palillo  la  argolla  ;  pero  en  la  carrera  loca, 

Por  un  vértigo  rijoso,   el  cebruno  se  desboca, 

Y--¡a  bolearlo  1-atropeIlándose,  grita  el  paisanaje  hombruno. 


16  PED.<0  LEANDRO  IPUCHE 


(  2) 


Y  en  un  bordoneo  sordo   trazan   sus  círculos   trágicos 
Las  boleadoras   trenzadas,   opresas  por  la   manija  ; 

Y  arrojadas  de   lo  alto,   como  por  tres  dedos  mágicos. 
Atan   de   atrás  al  cebruno  con  la   cincha   a   la  verija. 

Vuelve  el   ritmo  de  la  fiesta.   Puede  seguir  la  sortija. 

Y  el   gaucho   que  en   el   palillo  encintado  trae   la   argolla, 
Recibe  una   caja   hinchada  de  anillos.   Y   una  criolla 
Languidece,   porque  el   gaucho  en   ella  los  ojos  fija. 

Se  apea   el  criollo,   y  sereno,   con   la  caja   en   una   mano. 
—  Elija,   prienda.  —  le  dice,   todo   lírico  y  ufano. 

Y  en   un   resople  metálico,   van    los    caballos  en   que  arde 

« 

El  chapeado  que  se  quiebra   en   fulgores  y  sonidos  ; 
Hasta   que  el  sol.   resbalando   por  los  cerros  conocidos. 
Tira   una   raya   de  sangre   a   lo   largo   de   la   tarde. 


ALAS  NUEVAS  it 


MI    B^ÑO 


IV 


Son  las  cinco  de  la   larde.   Cruza,   enhebrando  el  ramaje, 

Una  brisa  larga  y  fina   con  sus  agujas  sutiles. 

Me  desnudo   retozando.   Y   una   cosquilla   salvaje 

Me  levanta  —  suelto  y   ágil  —  con   mis  ímpetus  viriles. 

Y  en  una  arqueada  flexible,   mi   cuerpo  las   líneas  quiebra 
Del  agua  que,   bajo   un   ritmo  sombrío,   pasa,   sonora. 
Zambullo,   me  alzo,   braceo,   resbalo  —  todo  culebra  — 

Y  mis  brazos  se   hacen   hélices   y  mi   cabeza   una   prora, 

¡Cómo  se  interpora  el  agua  en  mi  carne  áspera  y  fuerte  ! 
Una   frescura  absoluta   hasta  el   alma  se   me  vierte  ; 
Nado  contra   el   correntaje,   y   jadeo   triunfador  : 

Y  apretando  con  mis  dedos   los   raigones  de   la   orilla, 
Salto  a  la  arena,  y  mi  cuerpo  — blando  y  tembloroso  —  brilla 
Por  un  sol   que   cabrillea  con  sus  chispas  de  color. 

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16  PEDRO  LKANDRO  IPUCHE 


LA  PENCA 


V 


Hoy  corren  los  seis  caballos  más  ágiles  y  ligeros, 

Y  una  yegua  malacara  de  vivaces  sacudidas. 

Es  el  día   de  la  penca  :   y  hay  carpas  en  los  linderos 
De  la   raya   que  se  abre  provocando  las  salidas. 

Ya   han   variado   los  ginetes  sus  ávidos  parejeros ; 

Y  a   la  señal   de  un   pañuelo  de  curvas  estremecidas, 
Los  siete  equinos  de  un  salto  se  estiran,   rápidos,    fieros, 

Y  cruza   un  jadeo  cálido  en  las  bocas   encendidas. 

—  i  Voy  al  bayo!  -  I  Voy  al  morol  —  iVoy  a  la  yegua,  canejo! 
Ronca,   desprendiendo  el   cinto  y  preparándose  un   viejo. 

—  Ya  esiá. —  Se  ajusta  la  apuesta.  Y  el  polvoriento  tronido 
Es  un   vértigo   a   lo  largo   de   la   raya  palpitante. 

Y  de  golpe,   un  grito  vasto:    'jLa  yegua  llegó  adelante! » 
Arranca   una   carcajada   del   gauchaje   sorprendido. 


ALAS  NUEVAS  \9 


EL  VIRARÓ 


VI 


Por  el  centro  de  la  selvn  abre  sus  brazos  de  abuelo, 
Ásperos,   torcidos,   largos,    como  para  recoger 
La  luz  solaría  y  el  aire  y  el  agua  viva  del  cielo, 

Y  tirarlos  a  sus  árboles  que  empiezan  a  verdecer. 

Tan  alto  es,   de  tal  anchura,  que,   triunfal,  sobrebosquea; 

Y  cuando  el  trueno    redobla    sobre    los   negros    tambores 
De   las   agrias  tempestades, —  tiembla,   se  estira,  se  arquea. 

Y  tapa  toda  su  selva  de  los   rayos  hachadores. 

Y  ese  arbolazo  que,   indemne  de   los    rayos   y   huracanes, 
Alza  sus  gajos  terrosos  en   angustiados  afanes, 

Es  mordido  en   una  rama  por  una  simiente  fina 
Que  lo  succiona  y  ahueca  con   un  encono  maldito. 
Hasta  que  atado  en  sus  cuerdas  y  en  sus  flores,  raja  un  grito, 

Y  se  quiebra  —  seco  y  trágico  —  sobre  el  bosque  que  rechina. 


20  PEDKO  LEANDRO  IPUCHE 


EL   ÁRBOL  SOLO 

VII 

(Para  Carlos  Sabaf  Ercasty,  que 
ha  sentido  ianlo  como  yo  el  aban- 
dono del  árbol  solo  en  las  sierras.) 

Hincando  las  uñazones  de  sus   raíces   amargas 
Sobre   la  calvicie   rota  de  un  desventurado  cerro. 
El  árbol  solo  se  abre  por  sus  ramazones  largas 
Pidiendo  el  pico  de    un   pájaro   para    gritar   su    destierro. 

Desde  lejos  se  le  ve  en  su  abandono  serrano, 
Aquietado  por  el  sol  o  alborotado   de    viento. 
Poniendo  su  sombra  al  aire  con  la  piedad  de  una  mano, 
O  ahuecado  como  en  copa,   pálido,   humano,    sediento. 

Árbol  solo,   ancho  y  paciente,   cuerpo  de  la  soledad. 
Donde  la  oveja,   cansada,   refresca  su  sequedad: 
Donde  nunca  trajo  un   nido  el  júbilo  de  unas  alas: 
Yo  te  he  visto  de  a  caballo,  taciturno,  y  bermejado 
Por  el   toque  sanguinario   de  un   sol   que   cae  astillado 
Entre  los  riscos  filudos  rayados  de  luces  malas. 


ALAS  NUEVAS  21 


LA  MAJADA 


VIII 


Y  sigue  por  el  camino,   eslremecido  y  sonante. 
La  majada,   lenta   y   larga,   plañidera    y   fraternal, 

Con  sus  tres  mil   corderitos    de    lana    crespa    y    flamante 

Y  diez  perros  ovejeros  de  ojo  celoso  y  cordial. 

Van  quince  gauchos  al   ritmo  de  su    caballo  sedante ; 

Y  tres  paisanos   bisónos   de  ágil  vaquía   rural, 
Silban  y  gritan   y  amoldan  el  conjunto   trashumante 
Que  sigue  por  el   camino  en  coro  sentimental. 

El  sol   hinca  sus  lancetas  en   el   aire  alucinado ; 

lis  medio  día.    Es  la  hora  pálida  del  sol  volcado. 

Se  detiene   la   majada,  y   los  criollos  se   apean 

En  el  frontal   de  un  islote  —  liícido  de  verde  y  oro;  — 

Y  de  golpe,  salta,   lúbrico,  con  el  cencerro  sonoro 
Un  carnero  cuyos  cuernos  de  lujuria  centellean. 


22  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


EL  RÍO 


IX 


De  sus  entrañas  antiguas  se  desata  esa    frescura 
Escondida,   que  se  aviva  en  las  gargantas  sedientas: 
Lo  encrespan  árboles  y  árboles,  y  entre  la  vieja  apretura, 
Salta  y  fulge,  canta  y  grita,  bajo  el  sol   y  las   tormentas. 

Es  un  río  originario  de  la  América   cobriza, 

Cuando  la  piragua    agreste   iba   en   sus    ritmos  flexuosos, 

Y  los  indios  asestaban  con  su  trágica   ojeriza 

A  los  hispanos  sangrientos  sus  pedernales    rabiosos. 

Río  largo  y  comunista;   río  bueno  hasta  agotarse; 
Próvido  y  ancho,  se  cimbra  en  el  afán  de  entregarse. 
Estremecido  de  pájaros  y  humanizado  de  nidos. 
Es  mi   río,  el   río  oscuro  de  jaguares  y  matreros, 
Que  movió  mi  sangre  nueva  y  mis  ímpetus  primeros 
Con  sus  aguas  galopantes  y  sus  árboles  prendidos. 


ALAS  NUEVAS  25 


LAS  LAVANDERAS 


X 


(  1  ) 


El  día  va  desdoblando  su  lividez   inicial 
Por  las  pendientes   serranas  y  por    todo  el   pastizal. 
En  los  árboles,  serenos   y  húmedos,   la   pajarada 
Chisporrotea  de  música  asterjente,   alborotada. 

Por  el   recodo  lejano  vienen  veinte  lavanderas, 
Cuatro  chicos   y  un  petizo   tubiano,   gordo  y  paciente, 
Que  alza  un  atado  en  las  cruces  anchas,  resignadamente, 
Y  lleva  la   dirección   en  sus  pupilas  arteras. 

Indias  pálidas  ;  criollas  de  caderas  peñascudas  : 
Tres  viejas  con   el  carrillo   duro,   como  de  cuchillo, 
Cruzan,  con  la  tabla   a   un   lado  y   a  la   derecha  el  atado, 
Por  entre  de   la   espinosa  ramazón   de  cinacinas, 
Hablando  de  la  creciente  que   dejó  el   rancho    volcado  .  . . 
(Y  el  sol  se  estira  a  lo  largo  de  las  líneas  campesinas). 


24  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


(2) 


1  Malhaya  la  suerte  endina, 
El  indio  me  traicionó  ; 
Ay,  si  lo  tuviera  aquí, 
Pa  lavarle  el  corazón! 

Es  una   trigueña   dulce  que  alza  los  versos  plañentes.  f 

Mientras  apuña  !a  ropa  sobre  la  tabla  en  la  orilla 
Del  lavadero  selvático  de  agua  familiar,  sencilla,  / 

Ampollada  por  la  espuma  de  los  jabones  batientes. 

I 

Y  sigue,  entonces,  un  coro  desajustado  y   doliente 
Entre  blancas  frotaciones  y  golpes  depuradores  ; 
El  petizo,  cazurrón,   rastronea.  diente   a  diente, 

Y  los  chicos  por  los  árboles  se  enhebran,   retozadores. 

De  golpe,  asaltan   el  agua  cinco  mujeres  desnudas, 

Y  otra,  y  otra,  y  otra,  y  todas,  braceadoras,  locas,  rudas. 
Gritan,  y  nadan,   alzando  las  nalgas,   nítidamente; 

Y  hay  un  chapoteo  fresco  de  espumas  borbollonadas. 
En  esa  alucinación  de  plata  solar  caliente. 

Del  mediodía  que  arroja  sus  diáfanas  llamaradas. 


ALAS  NUEVAS  25 


(3) 


—  Vamos  —  dice,   maternal,   la  lavandera  más  vieja  ; 

Y  todas  la  siguen  por  el  camino  conocido  ; 

Y  llegan  a  la    *  picada  »    que  el  sol,   de  lejos,   caído, 
Satina,  pálidamente,   con  un   rosado  de  almeja. 

El  pañuelo  a  la  cabeza,  fresca  del  agua,  y  encima 
La  tabla   con  el  atado  y  unas  leñitas  huesosas. 
Vienen  con   un   aire  antiguo  que   la  luz  última  anima 
Por  una   ringla  estival   de  casuarinas  piadosas. 

Y  es  de  ver  los  cuatro  chicos  con  su  sarta  de  mojarras, 

Y  el  petizo  macetón,  de  patas  lentas  y  charras, 

Y  allá,  por  la   lejanía,   los  alegres  teru  -  teros, 

Una  bandada  en  collar  volador  de  mazaricos, 

Y  tres  flamencos  hieráticos,  rígidos  hasta  los  picos, 

Y  la  noche  que  se  arquea  sobre  los  largos  esteros, 


26  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


EL  CORDERITO  SERRANO 

(Para  mi  gran  compañera  senfimenfal). 


PRIMER  VIAJE 


1 


Iba   al  galope   abierto   de   mi   caballo  fuerte 
Apareado   de   un  viejo  baqueano  de  las  sierras. 

La  tarde  se  astillaba   de  sangre 
Sobre  la  desnudez  áspera 
De  las  piedras   resecas  y  encendidas. 

Ya  cerca  de   las  casas,   un  corderito  ingenuo, 
Con  la  lanita   aun   húmeda   de  la   entraña  materna. 

Balaba 
Con   un   fresco  dolor  su  orfandad  absoluta 
Sobre   la   oveja  madre,    tendida,   abandonada, 
A  quien   un   cuervo   acerbo,   desprendió  los  dos  ojos 
En   el   momento  santo,   angustioso   y  sangriento. 
De  su  parición  primera. 


ALAS  NUEVAS  27 

1  Aquel   cuervo 
De  dos  metros  de  alajc,   de  gran  cresíón   granate, 

Y  de  pico  mellado  entre  los  riscos,   era  1 

Bajamos  del  caballo  —  blandos  de   !a  emoción  — 

Y  el  corderito  tímido  se  alejó  de  la  madre, 
Mirando  con  sus  ojos  de  lividez  celeste 

i  Cómo  nos  acercábamos  con  el   rebenque  al  puño  ! 

i  Pobre  recental  serrano  1 
1  Temiendo  ya   el  castigo,  cuando  sólo  traíamos 
La   caricia  piadosa   en   la  mano  ! 


SEGUNDO  VIAJE 

II 

Siempre,   cuando   llegábamos  a   las  casas  abiertas 
De   la   estancia  sin  límites  de  Nemesio   Tajuárez, 
El  paisanaje   alegre  liesplegaba  su   alma 
En  agasajos  cálidos  de  abrazos  y   de  bromas. 

El  júbilo  saltaba  de  las  caras  vitales 
De  los  gauchos  amigos,  y  de  los  rostros  frescos 
De  las  criollas  dulces. 


28  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Y  era  una  de  empanadas  y  de  asados  con  cuero, 
De  mazamorras  fuertes  y  de  leche  al   corral, 

De  lazos  revoleados  en  trasluz  —  sibilantes  — 
Sonando  las  argollas  por  los  cuernos  del  toro 
En  el  ajuste  rápido  de  la  lazada. 

Cuando  no  era  un  charleo  alredor  de  las  llamas. 
Sobre  los  trashogueros  sagrados  del  fogón, 

0  una  fiesta  en  el  bosque,  cerca  de  las  corrientes. 
Trenzadas  de   colores,   y   de  viento,  y   de  sol. 
Mientras  una   guitarra   se  deshacía   en   todas 

Las   ternuras   de   América   de   una   mano  en   calor. 

Así  fué  que  llegamos,   y   fuimos  anudados 
En   violentos  abrazos  de   amistad  ; 

Y  ya,   ¡unto  a   las  llamas,   en   la   cocina   buena, 
Tomando  un   mate  amargo  con  soltura  cordial. 
Nemesio,   deshilando  sus  barbas  bien  llevadas: 

—  Mañana,   pues,   muchachos,  van  a  ver 

1  Qué  asau   de  oveja   van   a   paladiar  1 
Tengo   una  guacha  pronta  pa  una  fiesta. 
Cordita,   y   más   sabrosa  . . .   que  mi   mujer. 

Una   carcajada   tónica,   y  una  aprobación. 


Alas  nuevas  2^ 

—  Este  pueblero   tiene  tiricia. 

En  la  ciudá  no  se  come...  se  vive  pal  figurón. — 

Y  yo,  medio  gastado  de  la  Ciudad, 
Sentí  un  rubor  de  macho  cuando  escuché 
Las  recias  palabras  de  aquella  verdad 
Que  Don  Nemesio  me  arrojó.  Y  callé. 


III 


El   día 
No  se  veía 
Todavía. 
Una  algarabía 
De   todos  los  pájaros  de   la   alegría 
Levantó  la   entraña  mía. 

Salían  del  corral  las  vacas  gemebundas, 
Y  el  balido  doliente   de   los   terneros 

Nos  ablandaba  de   ternura  el   alma. 

Recorrimos  las  islas,   nos  entregamos  al  agua 
En  un  baño  madrugador ; 
Nos  embarramos  por  los  bañados ; 


Só  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Corrimos  diez  carreras  con  caballos  de  aguante 
Por  el  camino  rayador ; 
Y  cuando  el  sol  ya  penetraba  todo 
—  En  su  larga  entrega  de  Padre  de  todo  — 
Regresamos  al  galpón 
Con  los   dieciocho  perros 
Deslenguados  de  cansancio  y  fulgentes  de  sudor. 


IV 


Achira  Blanca  tenía 
El  corazón  tan  dulce 
Como  la  rizoma  de  un  macachín. 
Ella  crió  la  guacha 
Después  del  parto  mortal, 
Y  le   daba  la   plata  nutricia  de  la  leche 
En   una  vasija   familiar. 

Ella  le  lavaba 
La   blandura  encrespada  de  la  lana 

Con  sus  manos  inocentes. 
Ella  ponia   una   palabra  de   cobija 
En   la  soledad   de  la   ovejita   triste   y  fría. 
(Achira  Blanca   tenía   su  hija). 


ALAS  NUEVAS  Jl 


V 


Y  todos  en  el  galpón  esperábamos  la  guacha. 

De  golpe,  llegó  asustada   y   trascendiendo  balidos 
Extraños  y  adoloridos. 

Achira  Blanca  corrió  llorando. 

—  Tata  !  ¿  qué  van  a   hacer  ? 
—  A  convidar  esta  gente,   mi  hijita, 

Con  esa  oveja  aburrida. 

—  No.   tatita.  No  la  maten. 
Pobrecita.   j  Mi  guachita  1 

—  Vaya  pa  las  casas,   que  estamos  bromiando. 
I  Qué  vamos  a  matarle  su  guachita  ! 

Y  haciéndonos  un  guiño  inteligente. 
Alzó  en  sus  brazos   duros  la   pequeña. 

Y  la  adentró  a   las   casas,   entregándola 
A  la  madre.   Y   cambiaron   una  seña. 


32  t>EDRO  LEANDRO  IPUCHE 


VI 


Colgada  del  tirante,  yo  me  ofrecí  a  matarla. 
El  cuchillo  certero  crudelizó  mi  mano. 
Todos  hicieron  cerco  a  distancia.  La  oveja 
Con  la  pezuña  libre  de  atrás  daba  en  el  aire. 

Ya  iba  a  hincarle  la  hoja  del  cuchillo  cebado 

A  la  ovejita  dolorosa, 
Cuando  veo  los  ojos  de  lividez  celeste 

Del  corderito  serrano  ; 
Y  se  paralizó  de  emoción  mi  mano. 

—  Don  Nemesio,  esta  guacha 
La   reconozco.  De  recién  nacida. 

La  vi  sobre  la  madre  ensangrentada... 

—  Es  la  verdá.  amigazo. 
Un  cuervo  tamañazo 

Le  vació  los  dos  ojos  al  parir. 

Y  este  es  el  corderito  que  usted  vio. 


ALAS  NUEVAS  53 


VII 

Y  yo.  con  las  pupilas  punzantes  po/  la   lástima, 
Hice  llorar  a   todos  con  mi  recuerdo   amargo. 
Tan  al  fondo  les  fué  mi   relato  sentido, 

Que  se  deshizo  en  lágrimas  la   varonil   ternura 
De  aquella  gente  brava   y  pura, 
Y   con  el   corazón   bien   sostenido  I 

Vieron  al  corderito  junto  a   !a  oveja  madre 
De  los  ojos  deshechos  en  sangre  ; 
Sufrieron   de  mi  angustia   compasiva; 
De  mi   viril   y   húmeda   piedad  ; 

Y  entonces.   Don  Nemesio   llamó  la  pobre  chica, 

Y  desató,  callado  y   sombrío,   la  oveja. 

—  Hijita,  ¿no  vio,   pues,  que  era  una  broma? 

Y  estrujó,   hasta  el   sollozo, 
A   Achira   que  lloraba   de  alborozo. 

Y  me  miró  tan  serio  que  me  hizo  palidecer. 

—  Aparcero,    j  qué   broma   me  hizo   hacer  1 


34  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


LLUVIA  DE  SECA 


La  lluvia  está  alambrando  el  aire, 
Y  el  campo  se  retuerce  de  frescura. 

Ya  era   un  calor  de  peste  ; 
Un  fuego  tenso  de  sol  borracho  y  bravo. 

I  Cómo  llueve  I  ¡  Cómo  llueve  I 
I  Qué  olor  abierto  afelpa  los  boscajes  ! 

I  Cómo  las  piedras   reprobas 
Tienen  su  golpe  musical  de  fiesta  1 

Las  flautas  pálidas  de  los  maizales 
Hacen  sonar  su  miel  espigadora. 

Los  cañadones  roncos  de  espumajos 

Invaden  los  caminos  de  las  sierras. 

I  Los  caminos  sin   dueños  que  unen  todo  i 

El   ganado,   torpe  y  flácido, 
Siente   la   lluvia,   cosquillante  y   sana. 


ALAS  NUEVAS  35 

Y  se  aligera  jubilosamente. 

I  Qué  pesadez  le  gastaba  la  sangre  ! 
I  Qué  áspero  el  posío  muerto  que  raía  1 

Las  nubes  y  las  tierras  se  unimisman 
En  la  orgía   fecunda  de  la  lluvia 
Que  desahoga  el   cielo  y  que  refresca 
Las  angustias  resecas  de  las  raíces 
Que  gritan  desde  abajo  por  alzarse, 

Y  sólo  el  agua   las  levanta  a  Dios. 

Agua  que  cae,   agua  que  se  levanta  ; 
Agua   de  todos  y  para   todos  : 
Nuestra  y  de  Dios. 

I  Oh  lluvia  clara  que  aliviana  todo 
Y  que  todo  suaviza  1 

Parece  que  ha   ablandado  y  desarmado 

Al  sol  flagelo  y   rojo  de  la  seca, 

Que  ha  detonado  en   un  crestón  serrano 

Y  se  ha  granado,   en   un  caudal  de  chispas, 
En  las  gotitas  mágicas  del  agua 

Frutecidas  de  iris 
Por  los  árboles  buenos. 


36  PEDRO  LEANDRO  IPÜCHE 

Agua  de  iodos  y  para  todos : 
Nuestra  y  de  Dios. 

Ya  el  viento  es  una  ondulación  despierta. 
Y  andan  sueltos 
Los  sapos  gimnastas. 

Un   hornero  golpea  el  ala,  y  grita 
Desde  un   horcón  —  que  es   como   un  brazo  erguido 
Del  alambrado  largo  y  musical. 

i  Viva  la  lluvia  1 


ALAS  NUEVAS  37 


EL  LAZO 


Yo  siento  el  entusiasmo  de  los  lazos  abiertos 

Que  hacen  fiesta   de  líneas  en  el   aire  : 
Un  entusiasmo  largo,  seguro,   desplegado, 

Y  bien  trenzado, 
Que  salta  hacia  las  cosas  con  afán  de  enlazarlas. 

Nadie  sabe  lo  sano  que  es   un  lazo  en  un  brazo  : 
Es  un  impulso  suelto  que  se  distiende  y  baila, 

Y  se  enardece,   y  se  alza,   y  se  agita,   y  se  estira, 

Y  se  lanza  con  júbilo  a  la  presión  final. 

Es  una  danza  al  aire,   el   torbellino  en  alas, 
El  juego  que  prolonga   y  agiliza   los  ojos  ; 
El  contagio  violento  que  toca   todo  músculo. 
Todo  nervio  latente, 

Y  hace  del  cuerpo  que  anda  sobre  el   caballo  elástico 
Una  hilazón  de  lazos  vitales  y  potentes. 


3fi  PEDi<0  LEANDRO  IPUCHE 

Sólo  el  lazo  es  humano  !  Sólo  el  lazo  es  hermoso  1 

Perseguir  toros  chucaros  en   un  gozoso  vértigo, 

Y  apretarles  los  cuernos  de  un  rápido  tirón  ; 
Pararlos  —  brutalmente  —  con  la   rabia  en  las  babas, 

Y  reírse  —  triunfante  —  con   el   lazo  engarrado 
A  la   asidera   dura  prendida  al  argollón.  — 
Eso  es  sentir  el   lazo,  y  el  aplauso  del  viento, 

Y  el  orgullo  caliente  de  la  fuerza  en  la  mano. 


II 


Yo  soy  un  lazo  abierto  alzándose  en  el   mundo  : 
Todo  lo  que   se  pone   por  mi   alcance,   ya   es  mío. 
Tengo  el  golpe  certero  y  el   revoleo  firme, 
Y  un  instinto  de  cierre  que  va  hasta  el   corazón. 

Siento  que  por  mi   lazo  me   allego  lo   que  quiero. 
Soy  el   enlazador. 

I  Cuidado,  pues,  si  alguno  me  ve  sobre  el  caballo 
Y  con  los  ojos  largos  I 

No  le  ha  de  valer  ser  toro, 
Naturaleza  o  cosmos,   hombre,  misterio  o  Dios. 


ALAS  NUEVAS  39 


Mi  lazo  es  inaudito, 
Y  va  donde  lo  tira  mi  intención. 

Mi  oficio  es  intuitivo, 
Y  cuando  enlazo  llevo  al  puño  el  corazón, 

I  Cuidado  con  el  arco  valiente  de  mi  lazo  I 
i  Soy  buen  enlazador  ! 


•40  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


A  MI  Rio 


Nací   cerquita   de   un   río  : 
Crecí  al  lado  de  sus  árboles  ; 

Y  desde  entonces   no  soy 
Más  que  agua  flexible  y  árbol. 

Tengo   del  árbol   la  fuerza, 
La  seriedad,   las  raíces, 

Y  esa  violencia  cortada 
Porque   lo  ata   la  tierra. 

Era   el   viejo   Río  aquel 

Ten   conocido  y   tan   mío. 

Que,   al   subírmele   a   los  árboles. 

Me  abiazaba 
Con   la  amistad  de  sus   ramas. 


ALAS  NUEVAS  41 

Y  al  entregarme  a  sus  aguas, 
Rozaba   sus  sedas  frías 
Por  la  fruición  de  mis  carnes 
Sin  tristezas  todavía. 


II 


Olimar,   mi  viejo  Río 

De   los  tarumanes  bravos, 

De  los  coronillas  duros, 

Y  los  sarandíes  ágiles. 

Donde  entran  las  mañanitas 
Con   su   claridad   traviesa  ; 
De   donde  salen  las  noches 
A  sobrecoger  los  campos, 

Y  a   escondernos  los  caminos. 

Ese  Río,   mi  Olimar, 

Ha  sido  mi  patria   fresca, 

Mi  hogar  de  muchacho  alegre, 

Donde  se   mojó  mi  alma 

En  la  primera  emoción, 


42  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Yo  fui  un   hermano  mayor 
De  los  pájaros  aquellos 
Que  oí  cantar  —  asustado 
Del   misterio  que   saltaba 
De  sus  picos  agitados. 
(Los  pájaros  en  la  selva 
Dan  miedo  al  niño  sensible). 

Yo  fui  un  acróbata  dulce 
De  los  trapecios  agrestes, 
Sosteniéndome  en  el  aire, 
Como  en  la  mano  de  Dios. 

Olimar,  mi  viejo  Río. 
De  los  anchos  mataojos, 
Donde  las  aguas  amigas, 
Al  volver,  me  reconocen. 

Aquellas  aguas  ariscas. 
Donde  saltaba  mi  bote. 
Cuando,   con  el   remo  al  puño. 
Me  iba  a  lo  largo  del  Río 
—  Taciturno  de  emoción. 

Desde  esta  ciudad  te  grito 
Con  la  nostalgia  en  la  boca  : 


ALAS  NUEVAS  43 

—  Olimar,   mi  viejo  Río, 

Ya  soy   un   hombre   agrietado, 

A  quien  ató   !a  tristeza, 

Y   ha  puesto  serio  el  sollozo. 


III 


Sin  embargo,  Río  mío, 

Me  he  conformado  al  saber 

Que  un  puente  ha   puesto  dos   rieles 

Sobre  tus  árboles  altos, 

Y  estás  vencido  también 
Por  el  hombre   avanzador, 

Y  así  estamos— yo,  vencido 
Por  el  tiempo  y  la  ciudad, 
Por  esta  saudade  terca, 
Por  este   ritmo  ancestral 
Que  me  pone  primitivo 
Entre  mi  modernidad. 

Y  tú,  rayado  y  pequeño. 
Por  esta  audacia  industrial. 
Que  nos  lleva,  y  que  nos  mala, 

Y  nos  hace  tan  igual ! 


44  PEDRO  LKANDRO  IPUCHE 


LAS  CINACINAS 


Cinacinas 
Tornadizas  y  finas  ; 
—  Lentejuelas  y  espinas. 

Cinacinas  bailarinas. 

Sois  las  amigas  nerviosas ; 

Y  os  alargáis   por   los  gajos 
Para   defender  las  casas 

Y  envolver  los  pueblos  chicos. 

Cinacinas  saltarinas, 

Hay   como  un  punto  de  sangre 

En   vuestros  jaldes  lloridos. 

Sois   tan  fuertes  y   tan   gráciles, 

Tan   volátiles   y  firmes, 

Que  el  alma  os  quiere  y  os  sigue ; 


ALAS  NUEVAS  45 

Pues  ella,   como  vosotras. 
Vibra,   pero  está  arraigada, 

Y  echa  su  sangre  en   ramajes 

Y  en  lentejuelas  y  en  ritmos. 

Cinacinas  campesinas : 
Hoy  cuando  el  sol  se  perdía 
Astillado  de  amarillo 
Por  los  bajos  ponentinos, 
He  visto  amarillo   todo 
Porque   la   luz  se  acendraba 
En  vuestras  copas   abiertas 

Y  de  ellas  se   desvasaba 
Por  el  aire  y  las  lomadas 

Y  las  oleadas 
Bailarinas  e  inciertas. 

Cinacinas 
Puntilladas  y  finas  ; 
Lentejuelas  y  espinas : 
1  Cómo  sé  de  la   frescura 

Y  el  olor  de  tu  sombraje 

Y  el  roce  de  tu  hojerío  ! 

¡  Cómo  aprendieron  mis  nervios 
A  hacer  danzar  las  ideas 
Al  ver  tus  gajos  bailando! 


46  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

1  Cómo  recuerdo  los  cercos 
Crespos  de  mi  pueblo  viejo 
Atado  por  los  ramajes 
Largos  de  vuestra  amistad  I 

Cinacinas 
Danzarinas 
De  lentejuelas  y  espinas. 


ALAS  NUEVAS  47 


LAS  VACAS 


Y  van  las  vacas   grávidas  y  dulces 
Tocándose  el  cuadril  con  sus  colas  pacíficas. 

Llegan  al  agua  y  hunden  la  anchura  de  los  morros, 
Y  beben  vitalmente  hasta  hincharse  el  costado. 

Después  por  entre  el   fresco  enredo  de  los  mimbres 
Salen  del   arenal,  y  se  abren  por  el  campo. 

Pastan  con  lentitud. 

De  pronto,  oyen  de  lejos 
Un  balido  doliente  en  los  corrales. 

Son  sus  hijos  atados  1  Los  terneros  ! 

Y  aquellas  vacas  mugen  y  se  exaltan 

Y  trotan   toscamente  y  se  sofocan, 
Hasta  que  desde  afuera  del   alambrado  miran 

La  piel — jtan  conocida! — de  sus  pequeños  y  locos  mamones. 


46  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


LAS  PITANGAS 


Me  sorprende  el  recuerdo  de  unas  frutas  antiguas 
En   mi  garganta   sensible. 

Yo  era  un  muchacho  totalmente  alegre. 

En  mi  cuerpo 
—  Más  vestido  de  viento  que  de  ropa  — 
Retozaba  una  sangre  limpia  y  dulce. 

Y  corre  que  te  corre,  por  un  camino  viejo, 

Alados  de  sol 

Y  fragancias  de  pastos  curativos, 
Cruzábamos  el  agua  conocida. 

Nos  íbamos  ahondando  por  las  selvas, 

Y  cada  uno  se  apropiaba  un  árbol 

—  Dominándolo  —  airoso  —  hasta  la  rama  última  — 
Con  los  saltos  triunfales 
De  una  inocencia  eufónica  de  pájaros. 

Y  entonces  nuestras  manos  se  mojaban 


ALAS  NUEVAS  49 

En  la  miel  resinosa  de  los  racimos  salvajes  : 
Echábamos  —  tragones  — 
Frutas  y  frutas  a  la  boca  alegre. 
Hasta  que  nuestros  dientes  nos  dolían 
Morados  por  la  dentera  asperizante  : 
Hasta  que  nuestro  cuerpo  se  ablandaba 
Vencido  por  la  dulzura  de  los  árboles 
Que  se  alzan  en  sus  raíces 
Como  hermanos  mayores. 

j  Qué  de   fruta  comía  I   i  Qué  de  fruta  comía  1 
Nunca  un  dolor,  nunca  un  empacho,  nunca  una  repulsión  I 


II 


Ayer  mi  madre,  india  y  lugareña, 
Me  mandó  dos  cajitas  de  pitangas : 

( La  fruta  entrañable 
De   mis  largos  recuerdos  infantiles ). 

¿Qué  habré  comido? — ^  Nueve  o  diez  pitangas. 
1  Y  qué  dolor  intestinal  !   ¡  Qué  espina 
En  la  mitad  del  vientre  1   1  Qué  calambres 
Por  las  curvas  profundas  de  mi  estómago 
Agujado  de  nervios  histológicos  1 

4 


50  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Esta  ciudad,  amorfa  y  sensitiva, 
Revuelta  de  ajetreo  y  quebrada  de  ruidos, 
Me  ha  amargado  la  sangre  ligera  : 
Me  ha  corrido  mi  diáfana  alegría, 
Y  me  ha  puesto  sus  sombras  y  sus  taras 
En  el  centro  del  alma  y  en  la  cruz  de  los  huesos. 

Pitanguero  selvático  : 
Desde  mi  cuarto  de  poeta   abúlico, 
Lloro  mis  pocos  años  por  tus  ramas  fraternas. 
Tu  bondad  frutal  y  humana 
De  hermano  mayor  ; 
I  Lloro  mis  cuatro  lágrimas  mejores 
En  mi  nostalgia  mejor  I 


ALAS  NUEVAS  3l 


TRAGEDIA    DULCE 


1  Estoy  herido  de  Naturaleza  ! 

Nací  cerca  de  un   río  oscuro  y  largo 

Y  de   una  sierra  crespa  de  aspereza 
Donde  nunca  sentí  mi  genio  amargo. 

Un  día  inocentón  y  memorable 

Vinieron  a  mis  manos  nuevas  y  ágiles 

Unos  librotes  de  portada  amable 

Que  abrieron  de  mi  ser  las  puertas  frágiles. 

I  Cuentos  en  iris  I  Ellos  desplegaron 
Mi  espíritu  infantil  a  todo  vuelo  ; 

Y  desde  entonces  mis  ojos  buscaron 

La  Ciudad  de  Oro  en  lo  lejos  del  cielo. 

Y  hoy.   desde  la   Ciudad,   veo  mi  sierra 

Y  mi  río  estirado  y   tan  huraño, 

Y  siento  una  nostalgia   que  se  aferra, 

Y  que  me  ahonda  en  un  gozoso  daño. 


52  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Vuelvo  a  mis  pagos,  y  a  los  pocos  días 
La  ciudad  me  despierta  en  un  recuerdo  ; 

Y  hallo  pequeñas  las  cuchillas  mías, 

Y  en  los  caminos  viejos  ya  me  pierdo. 

Y  mi  dulce  tragedia  anda  conmigo : 
Desde  las  calles  duras  y  agitadas 

Me   emociono  al  pensar  en   las  crispadas 
Piedras,   y  en  la  flexión  del   río  amigo. 

Y  me  envuelvo  en  la  lánguida  fragancia 
De  aquellas  selvas  que  crucé,   pequeño  ; 

Y  el   recuerdo,  a  través  de  la  distancia, 
Aclara  mi  niñez  con   un  temblor  de  sueño. 


II 


¿PARA  QUÉ? 


¿Para  qué  más  de  cuatro  palabras 
Hondas  y  limpias. 
Si  en  esas  palabras 
Se  enciende  tu  vida  ? 

La  emoción  encuentra  su  camino  nuevo, 

Su  sonora  vía, 
Cuando  se  la  deja  que  suba  agitada 
Hasta  la  palabra  que  al  aire  la  estira. 

La  emoción  es  alma  nerviosa  : 
La  palabra  música  fuerte : 

Cuando  se  hallan 
Son  como  dos  vínculos  extraños  que  vibran. 

Pidiendo  el  milagro 
Vital,  que  las  saca  y  las  cimbra. 

(Poeta,  tú  puedes 
Hacer  ese  milagro  por  todos  tus  días). 


56 


PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Poeta,  poeta,   franco  hasta  la  angustia. 
Saca  de  tu  entraña  la  emoción  movida 

Echa  tu  palabra. 
La  palabra  certera  que  ella  pide. 
Y   verás,  entonces,  que  es  eterna  tu  vida. 
Como  tu  emoción  misteriosa. 
Y  tu  palabra  querida. 


ALAS  NUEVAS  57 


HÉROES 


El  dolor  que  no  duele  por  estar  escondido, 
Y  no  verse  en   la  carne,  porque  está  más  adentro, 
Es  como  una  alquitara  violenta  del  espíritu 
Que  ilumina  los  nervios. 

Esa  angustia  tan  honda  que  anula  toda  sonda. 

Es  la  marca  de  reprobo 
Que  arde  en  todo  artista  desde  que  alza  su  sangre 

En  las  venas  sutiles  del  verso. 

I  Qué  palidez  tan  íntima,  que  sangría   raicera 
Han  de  ser  las  del  hombre  tocado  del  misterio 
En  esos  dramas  tercos  de  ideas  y  emociones 
Que  hacen   fuerte  la  vida  y  triste  el  pensamiento  ! 

Luchas  que  pocos  luchan,  pero  que  anda  en  algunos 
Que  oyeron  su  voz  lírica  y  —  heroicos  —  la  siguieron. 
No  la  dejan  —  j  oh  trágicos!  —  aunque  los  mate,  lenta, 
En  un  arcano  y  lívido  silencio. 

1  Estos,  sí,  son  los  héroes  I 


56  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


POR  LA  NOCHE 


I 


Por  la  noche, 
Mi  corazón 
Tiene  una  inquietud  mística  y  seria, 
Una  vibración  hermana 
Con  el  vasto  ritmo  astral. 

Hijo  del  sol,  la  noche 
Me  sobrecoge  en  su  sombra  piadosa, 
En  su  honda  palidez  callada. 

Cuando  el  sol  me  deja. 
Hay  una  mudanza  vital  en  mí : 
La  sangre  saltante  se  me  amarga, 
Y  pienso  en  los  ascetas  afilados  del  Greco. 

Una  laxitud  nerviosa 
Me  hace  mirar  con  miedo  la  luz  de  la  ciudad. 


ALAS  NUEVAS  59 

Un  grito,  un  ruido  traicionero, 
Un  golpe  percutor, 
Tocan  agudamente  mis  nervios  afinados. 

Miro  el  árbol  vecino, 
Y  veo  que  estoy  serio, 
Como  un  árbol  de  noche. 

Soy  un  antiguo  . .  .  pero,  lastimado  por  esta 
Vida  frágil  y  triste  de  los  poetas  nuevos : 
ñse  árbol  está  serio,  pero  dulce  en  su  entraña  : 
Mi  seriedad  arranca  de  mi  entraña  irritada. 


II 


Y  sin  embargo,  siempre  mi  buena  salud  gaucha 

Se  orienta  por  las  noches  para  endulzar  mi  sangre  ; 

Y  sale  de  mis  ojos  un  sabeísta  antiguo 

Que  ha  venido  en  mi  raza  hasta  mi  urdimbre  activa. 

Y  las  frescas  estrellas  ensedan  mis  pupilas  ; 

Bajan  su  luz  quietosa  y  curativa 
Hasta  mis  nervios  lúcidos  y  ansiosos  ; 

Y  hay  un  despertamiento  tónico  de  energía 
En  esta  voluntad  de  saltos,  que  es  tan  mía. 


60  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Y  así,  no  hay  noche  triste. 
Noche  de  nostalgia, 
Ni   de  anulación, 
Si  arde  una  estrella, 
Como  una  brasa  alucinante, 
En  el  fumino  abierto  de  los  aires  : 
Si  hay  una   voluntad 
Alzándose  de   lo   hondo  de   la  carne   mortal. 

Hasta  que  llegue  el  tiempo,  el  gran  tiempo  triunfal. 
En  que  la   alegría  sea 
Para  la   vida   nuestra 
—  Tanto  en  el  día  fuerte  como  en  la  noche    blanda 
Como  una  gota   de  agua. 

Como  una  larga  gota  de  agua 
Sobre  una  raíz. 


ALAS  NUEVAS  61 


LA  MADRECITA 


Madrecita  nueva,   madrecita  pálida : 

¡  Qué  bien  se  engarza  el   niño, 
Venido  del   fondo  de  tu  entraña  cálida, 
En  tus  manos  intensas  de  cariño  ! 

Madrecita  fresca  :   |  qué  pronto  se  ha   hecho 

Forma  de  tu  sangre  la  ilusión  materna, 

Cuando  el   hondo  instinto  te  endulzaba   el  pecho, 

Y  era  la  muñeca 

Un  juego  tranquilo  I 

Jugando  te  has  ido  de  un  juego  a  otro  juego, 
Y  eres — casi  niña  —  frágil,   como  un  hilo 
De  amor,   enhebrando  una  gema. 
1  Oh  niñez  suprema  ! 

i  Cómo  sentiste, 
Madrecita  nueva,   levemente  triste. 
Apuntando  en  blancas  dulzuras  tus  pezones, 


62  PEDRO  LHANDRO  IPUCHE 

Y  temblar  tus  pechos  como  dos  alciones, 
—  Rosados,  surgentes.  sedosos :  dos  copones 
Llenos  de  hostias  pequeñas  y  tibias ! 

I  Cómo  por  tu  sangre  pasó  un  aire  íntimo 
De  maternidad, 
Y  a  la  glotonería 
Ingenua  del  hijo 
Diste  a  presionar 
La  fruta  en  desborde 
¡  Toda  en  regocijo, 
Toda  maternal  I 


II 


Madrecita  rubia,  madrecita  grácil, 

De  ojos  frescos  y  azules. 
Como  humedecidos  de  esencias  de  mar ; 

Madrecita  ágil, 
Enjoyada  en  zumos  como  un  colmenar. 

j  Bravo  por  el  hijo  que  sabes  criar  ! 

1  Bravo  por  el  niño.  —  rubio  y  musical,  — 

Que  en  tus  hondas  vertientes  aprende  a  mamar, 

Y  por  tus  cantares  al  sueño  se  va  I 


ALAS  NUEVAS  63 

Madrecita  fresca  como  una  hidria. 
Fragante  como  un  árbol  envuelto  de  sol : 

Odia  las  nodrizas 
Que  cambian  la  sangre,  agrisan  el  alma, 

Y  desnudan  de  amores  el  corazón. 

I  Ay  de  los  hijitos  que  no  hunden  la  boca 
En  un  pezón  de  madre,  híimedo  de  amor  1 

Cría,  pues,  tu  hijito.  álzalo,  columpíalo  ; 
Que  ande  en  tu  regazo  como  en  un  altar ; 
En  tí  ha  florecido,   y  que  en  tí  madure. 

Y  que  en  tí  se  sienta  rendido  y  filial. 

Madrecita  frágil  como  luz  de  copa, 

Constelada  de  amor  infinito  : 
Madrecita  nueva,  madrecita  niña. 
Pareces  la  hermana  mayor  de  tu  hijito. 


64  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


DESPERTADOR 


Tú  me  hallaste  entregado  a  mi  egoísmo  sano : 
Yo  creía  que  todo  lo  mío  era  supremo, 

Hasta  que  un  día,  hermano, 
£n  mi  barca  de  remanso  pusiste  el  nervio  del  remo. 

Tú  me  desengañaste  de  mi  candor  omniscio  ; 
Tú  sacudiste  el  nido  de  mis  palomas  quietas  ; 
Tú  me  trajiste  el  fuego  hasta  la  paz  del  quicio, 

Y  el  garruleo  argentino  de  tus  locas  panderetas. 

Y  yo  —  férvido  y  sensible  —  al  verme  así  despertado. 

Te  quise  por  despertador  ; 
Por  que  me  dijiste  :  *  Mírate  por  lo  íntimo  y   guardado. 

Y  verás  qué  rico  eres.   ¡Qué  de  minas  en  tu  hondor  i » 

Hermano  despertador,   hermano  sugeridor  : 
Esta  inquietud  que  hoy  me  sube 
Desde  el   remanso  a  la   nube, 
Es  por  tus  manos  cordiales  que  agitaron   mi  motor. 


ALAS  NUEVAS  64 


LA  SELVA  SIN  PÁJAROS 


Recorriendo   los  campos  con  un  criollo  amigo 
Llegamos  a  un   rincón  del  bosque  serio  y  largo. 

La  tarde,  fatigada  del  sol,  se  replegaba 

En  una  sombra  amarga  que  contagiaba   todo. 

—  Mire  esa  rinconada  tan  intensa  y  oscura. 

Eso  se  estira  y  sigue  y  no  acaba,   mi  amigo. 

Es  lo  más  raro  y  triste  que  se  ha  visto  en  la  tierra  : 

Es  la  selva  sin  pájaros,  callada,   cruel  y  dura. 

Los  troncos  apretados  se  sangran  fatalmente  ; 
Los  ramajes  se  anudan  por  la  savia  iracunda  ; 
Y  a  veces,  con  violencia,   salta  una   flor  al  aire, 
Que  se  desprende  al  viento  en  un   afán  de  alas. 


66  f>EDRO  LEANDRO  iPUCHE 

Nunca  se  ha  visto  el  sesgo  balsámico  (Je  un  pájaro 

Bajar  hacia  una  rama  escondida  y  huraña. 

Sin  el  asa  de  un  nido  familiar. 

Es  tan  cerrado  todo  por  arriba  que  el  aire 

Entra  como  estrujado,  y  se  le  oye  gritar, 

Y  que  la  luna  fija  como  un  arco    de  cal 

Sobre  aquella  tragedia  vegetal. 

Es  la  selva  egoísta  que  se  esconde  en  sí  misma, 

Y  no  da  sombra  ni  agua  ni  fruta  ni  rumor ; 
Es  la  selva  sin  pájaros,  la  selva  sin  garganta. 

A  la  que  sólo  el  hacha  ha  de  quebrarla  un  día, 

Y  abrirle  un  claro  al  sol. 

Y  cuando  un  brazo  duro  haga  gritar  los  troncos. 

Y  salte  el  aire  acróbata  por  los  gajos  abiertos. 
Han  de  estar  tan  atadas  las  ramas  dolorosas 

Que  sólo   han  de  soltarlas 
Los  dedos  alocados  del  fuego  redentor. 

Y  entonces,  por  las  brechas,  habrá  sol  y  habrá  viento; 

Y  en  un  desquite  eterno,   todo  el  pajarerío 
Asaltará  la  selva  hasta  la  entraña  abierta, 

Y  endulzará  sus  árboles  sin  nidos. 

(Y  a  la  Naturaleza  habrá  llegado  un  fuerte 
Sentido  humano  triunfador). 


ALAS  NUEVAS  67 


II 


De  regreso  a  los  ranchos,   ante  la  noche  atada 
En  sus  frescas  negruras,   di  vuelta  la  cabeza  ; 
Y  ya  no  vi  la  selva  tan  prieta  y  lan   vacía. 

Sólo  una  estrella  grande,  inquieta,   intencionada. 
Alargaba  —  afilado  —  un  rayo,   seco  y  vivo. 
Hacia  el  lugar  lejano  de  la  selva  sin  pájaros. 

1  Quién  sabe  la  intención  de  las  estrellas 
Cuando  ven  las  angustias  de  la  tierra  ! 

I  Aquella  estrella  y  aquella  selva  ! 


68  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


LA  VOCACIÓN  FATAL 


(A   Vicente  Basso  Magíio) 


Y  dirás :   —  Ya  no  quiero  más  angustias  ; 
No  hago  más  versos  ni  me  ahondo  más. 
Esta  sangría  fina  de  los  nervios 

j  Hay  que  curarla,   hay  que  curarla, 
Desde  el   fondo  oscuro  de  la  voluntad  i 

Hay  que  darse  a  otras  cosas  de  la  vida  ; 

A  orillar,   a  olvidar. 
Esas  minas  cegantes  del  misterio. 
Hay  que  vivir  en  broma,  y  descansar ! 

Y  será  en  vano.   Un  día 
Una  mano  escondida  te  despierta, 
Te  sacude  y  empuja, 

Y  te  abre,  de  un  golpe,  la  puerta. 


ALAS  NUEVAS  69 

Y  vuelves  a  sangrarte  dulcemente  ; 

Y  sobre  tu  egoísmo  de  hombre  serio. 
El  arte,  la  emoción,  el  alma  en  alas, 

Te  levantan  en  el  verso,  y  te  mojan  de  misterio. 

Un  consejo,  poeta  :  no  jures  más. 
I  Se  te  ha  entrado  en  la  sangre  la  vocación  fatal  1 


70  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


TENER... 


I 


Tener  la  rabia  roja  y  dulce  de  los  toros 
Cuando  ventean  las  vacas  gemebundas. 

Tener  el  brusco  y  largo  vocerío 
Del  río. 

Tener  la  cárdena  y  violenta 
Fuerza  de  la  tormenta. 

Y  los  olores  tónicos  y  sueltos 
De  las  selvas  balsámicas  y  frescas. 

Destrenzadas  de  viento  y  abrochadas  de  sol. 

Tener  la  elástica 
Prolongación  del  viento  ; 
Del  viento  saltarín  y  revoltoso 
Que  extiende  los  telares  de  las  nubes. 

Y  alza  la  ira  de  las  polvaredas, 


ALAS  NUEVAS  71 

Tener  la  lenta  y  sana 
Venida  de  la  luz  por  la  mañana. 

Y  la  inquietud  translúcida  del  agua, 

Y  del  color  del  aire  abierto  al  sol : 

Y  la  virtud  de  levantarse  en   tronco, 

Y  en  rama  abierta  y  en  temblor  de  flor. 


II 


Hombre  gastado  y  vano  : 
En  vano 
Estiras,  agriamente,  tu  delicada  mano. 
Vives  en  este  ruido  trágico  de  ciudad. 
Con  un  sol  de  limosna  y  un  viento  desgarrado. 

Y  tu  sangre  está  amarga,  y  tu  piel  se  ha  secado, 

Y  tus  nervios  se  afinan  hasta  engastar  la  idea 
Contumaz  y  enfermiza  que  en  tu  herida  llamea. 


III 


Mi  familia  es  antigua :  mi  familia  es  aquella 

Que  vio  arrancar  el  viento  y  vio  n^cer  la  estrella, 


72  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Que  se  asustó  del  mar  y  de  la  noche  honda  / 

Que  ponía  en  el  mundo  la  oscuridad  redonda. 

El  aire  de  los  campos  cómo  limpia  mis  ojos  I 
Al  ver  los  horizontes  escuetos  y  lejanos, 

Siento  como  nostalgia  / 

Por  los  hombres  primeros 

Y  por  los  elementos  primitivos  y  arcanos : 
Cuando  empezó  la  savia  y  los  gritos  humanos; 

Cuando  la  luz  y  el  agua, 

Y  el  viento  y  Dios  y  el  hombre  eran  hermanos  ! 


ALAS  NUEVAS  73 


LOS  ÁRBOLES 


Los  árboles  son  buenos  como  hermanos  mayores 
Misteriosos  y  abiertos,   en  la  tierra  ellos  fueron 
Un  arranque  elevándose  de  la  semilla  humilde 
Que  se  abrazó  a  los  aires,  y  alzó  su  vida  pura. 

Los  árboles  levantan  su  vida,   y  son  su  vida, 

Y  dan  por  sobrevida  su   fruta  al  hombre  sórdido. 
Ellos  son  para  darse  a  la  maldad  del  hombre 
Que  le  raja  ¡as  carnes  y  le  roba  las  mieles. 

Sobre  la  tierra  fea  trajeron  la  belleza  ; 
Sobre  la  piedra  triste  volcaron  su  frescura ; 
Junto  a  la  casa  ruda  fueron  como  guardianes ; 

Y  en  el  desierto  antiguo  clavaron  la  distancia. 

Los  árboles  se  abrazan  en  la  selva  o  levantan 
Sus  brazos  castigados  en  los  caminos  solos, 


74  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

La  música  primera  saltó  de  sus  marañas  : 

—  1  Oh  los  instrumentales  árboles  con  sus  nidos  1  — 

Las  alas  y  los  élitros  y  las  cintas  del  aire 

Y  las  fiestas  del  sol,  lo  esmaltaron  de  júbilo. 

Donde  hay  árboles  tiembla  el  misterio  hecho  sombra, 

Y  el  hombre  se  emociona  y  hace  cara  al  destino  ; 
El  fuego  se  desata  con  sus  colores  fuertes, 

Y  el  hombre  ante  la  llama  ve  a  Dios  cerca  del  hombre: 

Amansa  sus  impulsos  y  hace  un  cerco  cordial, 

Y  descubre  su  vida  y  aparece  inspirado, 

Y  siente  que  sus  carnes  ásperas  ya  no  tiemblan, 

Y  que  la  noche  ciega  no  lo  tapa  de  miedo. 


II 


Árboles  compañeros :  amigos  serios  y  hondos : 
Yo  tengo  de  vosotros  una  raíz  hundida 
En  la  tierra  bermeja  de  mis  entrañas  líricas : 
Por  eso,  al  agitarme,  siento  un  roce  de  ramas. 

Esa  raíz  me  invade  con  un  latir  de  cuerda. 
Potente  y  delicado,  que  humedece  mis  versos  ; 
Pero  yo,  buenos  árboles, 


ALAS  NUEVAS  75 

No  tengo  las  angustias  sordas  de  la  raíz : 

Soy  como  un  árbol  libre  que  se  dio  a  caminar. 

Ah  !  yo  os  conozco  al  aire,   y  sé  vuestras  tragedias 

Y  vuestros  regocijos.  Sois  hermanos  mayores, 
Cuando  mis  huesos  sueltos  toquen  vuestras  raíces, 
Tomadlos  y  fundidlos  en  vuestras  savias  largas. 

Y  entonces,  no  habrá  muerto  vuestro  hermano  cantor  ; 

Vuestro  hermano  menor. 
Las  cales  misteriosas  de  mis  huesos 

Os  harán  tan  humanos. 

Que  en  más  de  una  ocasión 

Os  sentiréis  con  manos, 

Y  con  sangre  de  hombres  ; 
Y  sentiréis  que  anda  mi  viejo  corazón 
En  los  ritmos  más  dulces  de  vuestra  oscilación. 


76  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


NARANJAS 


¡  Oh  el  agua  rubia  y  suave 
Guardada  y  sostenida,  como  en  puños  avaros, 
Entre  los  claros 
Mágicos  del  aire  I 

1  Oh  el  aro  húmedo  de  las  naranjas  I 

Todas  las  mañanas  viene  a  nuestra  puerta 
Un  doliente  italiano,   tarareando  músicas. 
Remotas  y  lentas,  de  su  tierra,  —  hundida 
En  la  vida 
Movida 
De  sus  recordaciones  callejeras. 

1  Naranjas  I  j  Naranjas  I  |  Naranjas  ! 
Vocea  el  frutero, 
Todo  atravesado  por  las  madureces 
De  las  frutas  curvas  de  sol  y  de  azúcar. 


ALAS  NUEVAS  77 

Vienen  a  mi  mesa  los  oros  redondos 
De  las  naranjas, 

Y  con  un  dentazo  las  destapo,   y  hundo 
Mi  boca  encendida  en  las  aguas  frescas  : 
Aguas  de  panas  y  de  terciopelos 

Venidas  desde  el  fondo 
Más  hondo 
De  los  suelos. 

Y  pienso  en  el  designio  misterioso 

De   la  savia  que  esconde  el  punto  vital. 

Esa  fruta  ha  pasado  por  las  blancuras 
De  la   luna, 

Y  por  el  jalde  fuerte  del  sol  sentimental. 

La  savia  viajera  lleva   toda  gracia 

Y  todo  contagio  elemental  ; 
Lleva   la  fuerza  mansa  de   la  luna  ; 
Lleva   la  chispa  tónica  del  sol : 
Lleva  las  sedas  claras  de  los  aires, 
Las  cosquillantes  gotas  de  la  lluvia, 
Y  la  dulce  y  oscura 
Frescura 
Terrenal. 

Naranjas  orientales  1  Naranjas  tropicales  ! 


78  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

I  Naranjales 
De  los  antiguos  patios  provinciales, 

Piadosos  y  cordiales  ! 
A  vuestra  sombra  pasamos  de  niños 
En  la  dulzura  fácil  de  la  edad  ; 
Y  cuando  amarillearon  vuestras  ramas 
Qué  alegre  y  sano  y  lírico,  robar  1 

Naranjas  !  Naranjas  !  Naranjas  ! 
Inocencia,  dulzura,  color,  fragancia  orgánica 
Agua  prisionera  que  se  acendra 

Y  santifica  en  miel. 

Naranjas  I  Naranjas  !  Naranjas  ! 
De  flores  de  luna 

Y  jaldes  de  sol ! 

I  Naranjas  de  Dios  I 


ALAS  NUEVAS  7g 


LAS  PLAZAS 


Fatigado  y  tensivo  de  mis  andanzas  bravas 
Por  la  Ciudad  revuelta  y  apretada  de  techos, 
Llegué  —  no  sé  bien  cómo  —  a  la  plaza  inocente 
Donde  una  fuente  salta  con  chispas  infantiles. 

Venía  sudoroso  y  enturbiado  de  angustia  : 
El  sol  desesperado  y  los  hombres  mezquinos 
Habían  amargado  mi  sangre  delicada. 

Y  me  senté  en  un  banco  listado  de  madera. 

Empezaron  mis  ojos  a  endulzarse  en  el  césped  ; 
Mis  nervios  se  amansaron  con  la  visión  del  árbol ; 

Y  en  mi  piel  de  indio  fuerte  la  sombra  puso  sedas. 

Y  me  sentí  tan  suave  como  un  niño  liviano. 

i  Oh.  plazas  serenantes  y  fragantes  1 


60  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Sois  la  frescura  única  de  la  Ciudad  reseca. 
I  Cómo  guardáis  en  vuestros  árboles  la  alegría 

Y  los  ritmos  primeros  de  la  vida  del  hombre  1 

La  sombra  en  la  Ciudad  es  rígida  y  enferma  ; 
En  la  plaza  la  sombra  baila  y  anda  de  fiesta. 

Allí  saltan  los  niños  a  los  carritos  bajos 
Tirados  por  dos  viejas  ovejas  bondadosas. 

Allí  se  ve  la  astuta  traza  del  barquillero 

Que  hace  vibrar  un  corro  infantil  de  ambiciones 

Por  los  frágiles  conos  de  los  barquitos  secos  ; 

Y  allí  el  propagandista  de  abalorios  y  juegos  : 
Los  muñecos  que  brincan,  los  insectos  metálicos, 
Los  globos  finos  y  ápteros  y  los  resortes  mágicos. 

Allí  los  atorrantes  que  se  espinan  de  júbilo 
Cuando  el  sol  les  entibia  las  carnes  en  invierno. 

Y  en  un  bostezo  hondísimo  se  olvidan  de  la  vida. 

Y  se  frotan  las  manos  con   religiosidad. 

Allí  el  frutero  bueno,  barbudo,  y  trascendido 
Por  todas  las  dulzuras  de  la  canasta   humilde  ; 
Allí  el  perro  cazurro  que  ladra  como  en  broma, 

Y  se  deja  pegar  por  los  niños  fraternos. 


ALAS  NUEVAS  él 

Allí  los  extranjeros,   sorprendidos,   callados, 
Que  salen  de  los  puertos  y  entran  los  aledaños, 

Y  al  ver  el  regocijo  de  los  pájaros  chicos 

Buscan  también  el  árbol  que  hace  cantar  al  hombre. 

Allí  van  las  niñeras  a  hacer  andar  los  niños 

Que  tiemblan  —  asustados  —  en  sus  piernitas  nuevas: 

Y  de  repente,   un  coche  a  la  carrera  cruza 

Con  un  bebé  acostado  que  da  sus  gritos  limpios. 

Y  al  caer  de  las  tardes,  vienen  todos  los  músicos 
Del  batallón  sombrío  que  guardan  los  cuarteles, 

Y  aquellos  militares  odiosos  se  transforman 
En  bruscos  camaradas  que  hacen  emocionar. 

Y  los  bronces  soplados  extienden  el  enredo 
Sonoro  de  las  piezas  que  nos  llegan  al  pecho; 

Y  la  gente  se  acerca  —  trémula  —  a  los  atriles, 

Y  estira  los  oídos  que  se  llenan  de  notas. 

Plazas,  sois  familiares, 
Y  curativas  en  los  descansares. 

Sois  el  remedio  plácido  de  la  inquietud  bravia 
En  la   Ciudad  moderna  tan  mala  y  tan  sombría. 

El  sol  os  da  sus  joyas  ;   la  luna  os  sortilegia  ; 


82  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Las  muchachas  alegran  vuestras  rayas  de  arena 
Con  un  andar  arcaico  y  un  charloteo  fresco. 

Y  estos  pobres  poetas — desterrados  perpetuos  — 
Tristes  hasta  la  muerte,  como  el  divino  hebreo, 
Os  buscan  en  el  sol  tónico  de  los  días, 

Y  en  la  noche  materna  que  nos  conoce  bien. 

Y  en  el  cansancio  trágico  de  la  Ciudad  terrible 
Que  gasta  y  hace  amargos  los  hombres  delicados 

Que  buscan  vuestros  bancos  desocupados 
Como  desocupados,  también. 

Plazas,  me  sois  queridas. 
Con  vuestras  curvas  florecidas  ; 
Con  vuestras  aguas  encendidas  ; 
Con  vuestras  músicas  humedecidas; 

Con  el  aire  nostálgico 
De  vuestras  palmeras  enanas  y  entristecidas, 

Y  el  diorama  simpático  de  vuestras  avenidas. 

Plazas  de  las  retretas; 
Plazas  de  los  poetas. 


ALAS  NUEVaS  8i 


AGUA  Y  RAlZ 


Por  la  concentración   fresca  del  árbol ; 
Por  el  estiramiento  de  los  ríos, 
Aprendí  a  ser  raíz  que  salta  en   rama. 
Y  a  ser  agua   que  canta,  ágil  y  larga. 

No  hay  pájaro  que  vuele  y  no  me  vea, 
Ni  color  que  no  baile  en  mis  caudales. 
De  la   raíz  me  subo  a  las  estrellas  ; 
Por  el  cauce  me  ahondo  a  la  raíz. 

Árbol  y  río  soy.   En  lo  movido 
Y  en  lo  escondido, 


84  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


COMO  UNA  VIDA 


Me  dijiste:  —  Te  quiero  como  una  vida,  amigo. 

Y  yo  sentí  que  un  filo  sensible  me  cortaba. 
Mujer,  así  se  quiere.  Puedes  vivir  conmigo.  — 
De  este  modo  mi  boca,  trémula,  contestaba. 

Lírica  y  esmaltada  de  emoción,  tus  dos  manos 

Tejiste  entre  las  húmedas  varillas  de  mis  dedos  hermanos. 

Y  yo  le  dije,  todo  suavizado  en  mi  entraña : 
—  Así  se  quiere,  amiga  delicada  y  extraña. 

Querer  como  una  vida,  es  querer  sobre  todo 
Con  el  sentido  eterno  de  nuestro  viejo  lodo. 

Vencer  la  soledad  seria  y  el  tedio  amargo : 
Es  el  amor,  amiga,  el  compañero  largo 
Que  nos  hace  y  afirma  y  nos  llena  la  vida. 

Has  dicho  bien.  Quiéreme  así.  Como  una  vida. 


ALAS  NUEVAS  85 


DE  LOS  NIÑOS 


Los  niños,  buenamente,   todo  lo  ven  en  cosa : 
El  pañal,  los  juguetes,  los  padres,  el  pezón. 
Todo  es  fraterno  y  vivo  para  su  alma  lechosa 
De  una  pureza  fresca,  como  de  agua  o  de  flor. 

I  Ah  niños,  cómo  cuesta  al  hombre  darle  vida 
A  las  cosas ! 

Hay  violencias  de  amor; 

Hay  afán  y  años  fuertes, 
Cuando  las  cosas  viven,  andan  y  están  en  nos. 

El  alma  de  las  cosas  que  fácilmente  ven 

Los  niños. 
Es  un  aprendizaje  largo  que  el  hombre  hace, 

En  dolorosos  y  amorosos  días, 
Con  esa  lucidez  activa,  desprendida 
De  los  últimos  bordes  de  la  infancia  madura. 

i  Niños,  al  transformaros. 
Cambiar^  de  color  vuestra  blanca  locura  j 


86  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


DOS  MOMENT1T05 


Erguido  y  cálido  como  una  llama 

Me  he  levantado  hoy. 
Me  he  desprendido  ya  de  las  raíces, 
Y  hay  un   clarín  orgánico  en  mi  boca. 

La  emoción  anda  en  mí  como  una  onda 

Intima  de   fervor  : 
Ya  soy  un  olimpista  de  la  sangre. 
Y  en  mis  nervios  hay  cuerdas  para  todo  temblor 


II 


Y  he  de  bailar  como  el  agua, 

Y  he  de  gritar  como  el  viento, 

Y  he  de  alargar  mis  dos  ojos 
Como  dos  cintas  del  50I, 


ALAS  NUEVAS  87 

Y  entonces  he  de  sentirme 
Suelto  y  dulce  como  un  pájaro  ; 
Rumoroso  como  un  árbol. 

Y  ágil  misteriosamente. 


88  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


RITMO  Y  HORA 


Todo  poeta  tiene  el  ritmo  de  su  hora  : 

En  la  naturaleza  es  nueva   cada  aurora. 

La  palabra  trabaja  en  vibración  cambiante. 

Y  el  momento  en  que  sale  con  su  idea  triunfante 

Es  el  único  vivo,  eterno  y  palpitante. 

Haz  caso  de  tu  vida, 

Y  sácala   movida 

En  el  verso  que  venga. 

Eso   es  la   poesía. 
En  tu  sangre  está  el   arte, 
Si   tienes  gracia   lírica   y  das  con   tu  armonía. 

La  gente  no  ha  de  hallarme  cantando  en  las  orillas 
Palabras  sin   raíces  ni  emociones  de  piel : 
Ya  no  quiero  más  arte  que  aquel  de  las  semillas 
Que  del   jugo  profundo  alzan  su  flor  de  miel, 


ALAS  NUEVAS  89 

Ya  no  quiero  más  ritmo  que  el  ritmo  de  mi  hora. 
He  sido  mi  maestro  escondido  hasta   hoy 
En  que  ya  sé  que  tengo  en  mi  entraña  sonora 
El  agua  dulce  y  honda  que  en  mis  versos  te  doy. 

Defiendo  a  todo  artista  que  cante  a  su  manera 
En  un  verso  que  arranque  de  su  profundidad. 
No  reparo  en  el  ruido  ni  en  la  línea  de  afuera  : 
La  hora  tiene  su  ritmo  y  el  arte  su  verdad. 


90  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


VIDA,  VIDA  .  . 


Vida,  siempre  estiré  hasta  tí  mis  dos  brazos 
Desde  el  fondo  más  hondo  de  todas  mis  tristezas  ; 
No  has  de  poder  decir  que  no  te  amé  en  instinto 

Y  en  el  contagio  tónico  de  todas  tus  bellezas. 

Tengo  el  sentido  dulce  de  tu  ciega  potencia, 
De  tu  alegría  íntima,  de  tu  hermandad  conmigo : 
No  ha  de  caer  mi  carne,  sin  que  se  sienta  un  grito 
En  la  sangre  rebelde  del  corazón  amigo. 

Vida  que  ardes  y  trenzas  los  hombres  y  las  cosas, 

Y  los  astros  y  el  alma  y  el  elemento  eterno : 
Mis  saltos,  mis  silbidos,  mis  palabras,  mis  juegos, 

Y  mis  meditaciones,  llevan  tu  toque  interno. 

Y  en  la  furia  gozosa  de  mis  venas  calientes 

Me  hermano  con  el  potro,  con  el  agua  andariega  : 

Y  me  siento  el  joyero  de  la  alta  pedrería 

Que  |a  noche  me  entrega. 


ALAS  NUEVAS  91 

Mi   vida   es  una   chispa   luya.   Vida. 

Con  esa  vida  enfrento  el  misterio  en  mis  noches. 

Y  en  el  día  me  enferro  como  un  trabajador  : 
Con  esa  vida   me  hundo  en   la  Naturaleza, 

Y  levanto  orgulloso  mi  puño  creador. 

Vida  consoladora,  esencia  triunfadora. 
Que  has  hecho  el  sol  paterno  y  el  hombre  luchador, 
¡  Oh  vida  de  mi  vida  pequeña  y  triste  y  recia. 
Que  me  has  hecho  sensible,   amoroso  y  cantor  ! 

No  me  deje  tu  mano,  hasta  que  mi  destino 
Ponga  en  mis  pies  el  fin  sin  fin  de  mi  camino : 
Perdurar  en  mis  hijos  y  en  mis  libros  fervientes. 
Como  en  prolongación  de  cruzadas  corrientes, 
( Que  ellos  dirán  de  mí  si  me  porté  contigo 
Como  una  luz  que  pasa  y  como  un  buen  amigo ). 


92  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


LUNA 


I  Cómo  íe  han   visto,   luna,  esos  pobres  poetas 
De  la  vieja  mentira  y  la  falsa  emoción  ! 

1  Los  tibios  marionetas 
Sin  ojos  y  sin  alma  y  sin  una  pasión! 

Yo  te   reintegro,   fuerte  luna  mía, 
A  tu  descolorida  potestad  : 
Luna  de  las  mareas  que  revuelves  los  mares 
Desde  su  más  antigua  profundidad. 

Luna  que  atas  con  sangre  los  vínculos  del  hombre 
En  el  vientre  agitado  de  las  dulces  mujeres ; 
Luna  que  abres  el  pico  vivo  de  las  semillas 
Metidas  en  las  tierras  abiertas  y  sencillas. 

Eso  eres  tú.  mi  luna,  más  que  toda  otra  cosa : 
La  transparencia  útil  y  la  luz  contagiosa. 


ALAS  NUEVAS  03 


ASUNTO  :  (  La  inspiración  pobre  de  solemnidad  ) 


A  veces  tocarás  tu  corazón 

Duro  en   toda  aridez, 
Y  sentirás  que  sólo  te  responde 
Un  bostezo  soez. 

Seco  y  desganado, 
Te  irritarán  las  cosas  más  queridas, 
Y  pedirás  la  humedad  del   lirismo 
Como  Teresa  de  Avila  las  lágrimas. 

Pereza  y  desabrimiento, 

Laxitud,  vaciedad ; 

Sólo  una  fuerza  te  alzará  a  la  vida 

Proba  y  sensible  de  la  inspiración  : 

La  vieja  voluntad. 

Ese  antiguo  resorte 
De  todo  vencimiento; 


94  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Esa  leña  capaz  de  todo  incendio  ; 
Esa  raíz  que  alza  un  temblor  de  flor. 

Lleva  el  rebenque  al  puño,  gaucho  viejo  ; 

Y  si  la  voluntad  no  quiere  andar, 
Castígale  las  ancas  hasta  que  le  duela  ; 
Hasta  trotar,  galopar,  carrerear  .  . . 

i  Pobre   de  tí  si  con  caballo  lerdo 

Piensas  hacer  caminos  en  la  vida  ! 

Te  agarrará  la  noche  lejos  de  las  casas, 

Y  nunca  llegarás  a  tiempo  en  nada. 

Maneja  los  ritmos  del  andar, 
Pero  llega  a  tu  destino. 
Cuidado  con  quedar 
Siempre  en  el  camino . . .   siempre  en  el  camino 


ALAS  NUEVAS  05 


AMOR  TRIUNFADOR 


Y  sé  que  el  hombre  es  triste  porque  sabe  que  muere. 
La  tristeza  más  honda  nos  viene  de  ese  mal. 

El  dolor  es  la  viva  presencia  espiritual 
De  la  muerte. 

El  viejo  Omar  —  arcano,  y  bellaco,  y  borracho, — 
Gritaba  por  el  vino  olvidador,  y  fué 
Un  angustiado  enorme  del  pensar  de  la  muerte. 
Que  no  hay  vino  que  pueda  con  ese  mal  cruel. 

Por  eso  la  alegría  tiene  una  esencia  amarga, 

Y  nos  deja  el  recuerdo  que  es  como  una  venganza 

Del  dolor  olvidado. 

Pero  el  hombre  que  sabe  su  eternidad  comprende 
Que  hay  una  fuerza  trágica,  vital  y  triunfadora  : 
Es  el  amor,  hermanos,  que  en  nosotros  se  prende, 

Y  resiste  a  la  muerte  con  su  raíz  sonora. 


06  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

( Amar 
No  es  olvidar 
La  muerte. 
Es  vencerla  de  muerte ). 


ALAS  NUEVAS  97 


ALEGRÍA 


Para  mí  sólo  es  hombre  quien  vence  su  dolor ; 
El   que  levanta  el  alma  y  grita  a  sus  entrañas : 
—  I  Afuera  la  amargura,  las  congojas  y  el   tedio, 
Y   que  se  abra  la  dulce  fuerza  de  las  mañanas  I 

No  hay  que  decir:  — Yo  soy  un  estoico,  y  convierto. 

Empedrando  mi  bilis,  mi  dolor  en  cantar  : 

Hay  que  arrancar  la  inútil  quietud  de  la  tristeza, 

Y  ver  de  ser  alegre  hasta  saltar. 

La  alegría  es  afluente,  y  su  esmalte  de  júbilo 
Es  la  viva  surgencia  de  la  sangre  más   honda. 
Cuando  se  va  la   ingenua  facilidad  del  niño. 
La   alegría  nos  cuesta,  porque  ya  no  es  redonda. 

Todos  asperizados  por  la  conciencia  trágica, 
La  alegría  se  esconde,   se   refugia,  se  pierde  ; 
Pero  creedme  que  anda  buscando  una  salida, 

Y  en  la  sangre  nos  muerde. 


í»  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

No  es  alegría  un  fácil  oscilar,  ni  una  risa 
Pasando  por  la  boca  en  rápida  soltura. 
La  alegría  es  el  ritmo  profundo  de  la  sangre 
Que  hacer  decir  al  hombre :  —  Es  mía  la  ternura. 

Es  mía  la  canción,  es  mío  el  caminar. 
El  abrir  toda  fruta,  quemarme  en  loda  estrella. 
Sacudir  a  los  hombres  y  dar  llama 
A  un  hogar» 
Es  mía  esta  mi  vida  que  anda  y  se  derrama ; 
Mi  vida  que  es  de  todos  porque  se  sabe  dar  1 


ALAS  NUEVAS  W 


Y   VINE 


Montevideo. 
Tú  me  visle  llegar 
Desde  mi  río 
Hasta  tu  río 
Grande  y  golpeado  como  un  mar. 

Yo  traía  la  antigua  fragancia  de  las  selvas 
Perdidas  de  mi  Olimar. 

Tu  río  estaba  trémulo  de  mástiles  alzados 
Que  sólo  conocía  por  las  queridas  láminas 
De  mi  libro  escolar. 

Yo  traía  mi  alma  lugareña 
Clara,  nueva,  medrosa ; 
Y  la  soltura  alegre  del  camino. 
Y  el  arranque  del  viento  y  la  salud  del  día 
Por  mis  campos  fuertes  y  mi  serranía. 


100  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 

Traía  la  embriaguez  oscura  de  las  noches, 

Y  la  gaucha  pasión  de  los  fogones, 

Y  la  inquietud  sonora   de  las  aguas 
Entre  el  tajo  violento  de  mis  brazos,  nadando. 

Traía  algo  de  pájaro. 
Y  de   ternero  y  de  potrillo  ; 
De  la   inocencia  húmeda  del  árbol, 

Y  de  la  limpieza  fragante  del  aire 

Por  mis  islas  oscuras. 

Así  me  viste  entrar.  Montevideo, 
Por  tus  calles  cerradas  y  medidas 
Y   tus  casas   erguidas. 

Sano  y  miedoso 

Y  alucinado: 
Con  la   sangre  limpia  de   mi   adolescencia, 
Y  un  anuncio  de  triunfo  en  mi  costado. 


ALAS  NUEVAS  101 


EL   DESARROLLO 


Tenía  dieciocho  años  cuando  empecé  a  amargarme  ; 
Cuando  en  un  tren,  de  noche,  me  asaltó  la  tristeza. 
1  Qué  hondo  y  agrio  fué  aquello  que  vino  a  transhombrarme, 

Y  a  prenderme  la  angustia  tenaz  en  la  cabeza  I 

~    Eso  es  el   desarrollo,   muchacho,   que  ya  empieza  — 

Una   tía  muy  vieja   decía  al  consolarme. 

...   Y  era  un  afinamiento  de  mi  naturaleza. 

Tuve  un  miedo  nervioso.   Y  lloré  hasta   alarmarme. 

—  ¿  Eso  es  el   desarrollo  ?  .  .  .  No  sé,  porque  es  de  adentro 

Que  viene  esta   congoja,  así,   como   del  centro 

Del  alma  sublevada  y  enojada  conmigo.  — 

.  .  .  De  ese  día  me  he  puesto  íntimo  y  preocupado, 

Y  ya  no  vivo  afuera,  ni  soy  el  alocado 

Que  no  vio  el  sacrificio  en  la  vara  del  trigo. 


\m  PUDRO  LEANDRO  IPUCHE 


LA   SERENATA 

(De  mi  pueblo). 

Dos  guitarras  hermanas  envolvieron,  sonoras, 
Las  rejas  perfumadas  de  la  casa  querida, 

Y  una  voz  fresca  y  larga,  por  las  primeras  horas 
De  aquella  madrugada,  sortilegio  la  vida. 

Despertar  en  la  seda  diáfana  de  aquel  canto 
Es  estar  sobre  el  mundo  como  en  una  mudanza 
De  la  vida  y   el  alma  ;  es  vivir  el  encanto 
De  la  estrella  y  el  aire  y  la  luna  que  danza. 

La  novia,   embebecida,   oye  el  dedicatorio  ; 

— Muchas  gracias  —  modula  desde  su  dormitorio; 

Y  al  sentir  las  pisadas  despacias  de  la  ronda. 

Piensa  en  aquel  altivo  guitarrero  que  a  veces 
La  mira,  amartelando  todas  sus  altiveces, 

Y  que  alza  como  un  beso  su  guitarra  redonda  I 


ALAS  NUEVAS  103 


¿CÓMO  FUÉ? 

(  Con  Parra  drl  Riego  ). 

¿  Cómo  fué  aquel   encuentro  que  removió  mi  vida  ? 
¿Cómo  nos  estrechamos  tan  hondo  en  el   abrazo? 
¿Quién  te  trajo  a  mi  mesa,  largamente  tendida. 
Donde  el  pan  es  humano  y  el  vino  es  como  un  lazo  ? 

Un  ritmo  íntimo  y  fuerte  nos  acercó  aquel  día : 
(El  ritmo   intencionado,   diría  a  mi  manera). 
Yo  precisaba  el  golpe  de  una  mano  en  la  mía 
Que  me  tocase  el  alma  para  que  se  vertiera. 

Y  nos  entrelazamos  como  dos  impacientes: 
Como  dos  exorantes  que  por  pueblos  y  gentes 
Iban  buscando  el  hombre  gemelo,  su  alma  par. 
¿Cómo  nos  encontramos?  ¿Cómo  viniste,   hermano? 
Hace  tan  poco  tiempo . . .  parece  tan  lejano  ! . . . 
(Y  nuestra  9mi$tad  lírica,  ¿no  será  yn  avatar?) 


104  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


VENGA  UN  ABRAZO 


Un  abrazo  que  apriete  hasta  la  sangre,  hermano : 
Vengo  de  ver  las  sierras  más  largas  y  más  duras : 
Vengo  de  ver  la  sombra  más  seria  por  el  llano, 

Y  de  hundirme  en  las  aguas  más  hondas,  más  oscuras. 

Un  abrazo  que  anude  como  raigón  serrano; 
Traigo  todas  mis  sierras  vivas  en   las  honduras 
De  mis  entrañas  fuertes,   trémulas  de  frescuras, 
Donde  la  luz  solana  pone  un  roce  de  mano. 

Quiero  hacer  consanguíneo  este  alegrón  contigo  : 
Repartir  mi  tesoro,  como  un  prodigio  amigo. 
Junto  a  la  mesa  antigua,  bajo  el  árbol  casero. 

Yo  te  hablaré  de  espinas,   de  piedras  y  chilcales, 

Y  harás  de  tus  oídos  hilos  sentimentales 
Donde  se  prenda  el  júbilo  sonoro  del  viajero. 


ALAS  NUEVAS  105 


POR  FIN 


¿Cómo  no  he  de  cantar  si  siento  en  las  entrañas 
Un  salto  de  energías  y  un   caudal   de  frescura? 
¿  Si  siento  en   la  garganta  pulsaciones  extrañas, 

Y  en  la   raíz  del  alma  como  una  encordadura  ? 

Árbol  que  alzas  la   inquieta   fuerza  de  tus  marañas 
Como   tu  sangre  larga  y  tu  airón  de  verdura, 
Se  levantan  mis  tercos  egoísmos  de  hazañas 
Desde  la  tierra  roja  de  mi  vida  madura. 

Ya  he  dado  con  el  ritmo  humano  de  mis  cosas, 
Con  la  palabra  mía,  mis  venas  harmoniosas, 

Y  estoy  en  labrantío  como  recia  heredad  ; 

Ya  están  mis  manos  duras  para  alzar  mi  bandera, 

Y  el  alma  aleteadora  para  esta  primavera 

Que  ha  cimbrado  mis  músculos  de  fresca  agilidad. 


106  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


OÍRSE.  .. 


{AI  leer  un  libro  fresco  ) 

Y  ¿quién  pudo  decir  que  nos  llegara  un  día 
Una  voz  absoluta  de  pasión  y  lirismo 

Que  no  fuera  un  contagio  del  libro  de  hoja  fría, 
—  Sugestionando  el  numen  primario  de  uno  mismo? 

Desde  que  nace  el  hombre  lleva  un  hondo  vigía 
Que  vive  en  sus  entrañas  como  en  creador  abismo ; 
Algunos  lo  emparedan  con  una  librería, 

Y  otros  bajan  hasta  él  con  sangriento  egoísmo. 

I  Hay  que  oírse  I  I  Hay  que  hallarse!  I  Hay  que  sacarse  afuera 
Cada  cual  es  su  dueño,  su  campo,  su  cantera, 

Y  el  poeta  es  divino  porque  en  su  sangre  crea. 

Todo  lo  que  nos  viene  del  aire  es  sugerencia. 
Despertadores,  formas.  |  Lo  nuestro  es  la  latencia 
Que  nos  remueve,  y  salta  en  línea,  son,  o  idea! 


ALAS  NUEVAS  107 


NUESTRA  HOMBRÍA 


De  todas  las  angustias  que  ataron  mi  garganta, 

Y  pusieron  mi  ánimo  oscilante  y  amargo, 

He  sacado  la  fuerza  de  una  certeza  santa 

Que  ha  traído  a  mi  sangre  como  un  tónico  largo. 

¡  Hay  que  tener  coraje  para  vivir,  amigos ! 
.  . .  Los  que  tienen  los  nervios  finos  y  musicales 
Para  todas  las  cosas,  están  como  los  trigos. 
Madurando  de  víctimas  en  sus  tierras  cordiales. 

El  que  toca  con  dedos  de  amor  sus  emociones  ; 
El  que  arranca  de  adentro  sus  vivas  floraciones : 
El  que  todo  lo  dice  por  los  demás  hermanos, 

Tiene  que  ser  más  hombre  que  los  demás  por  eso 

Porque  todo  lo  siente,  como  beso  con  beso, 

En  su  pálida  psiquis  que  ando  entre  los  humíínos. 


108  PEDRO  LEANDRO  IPUCHE 


LA  NOCHE 


Noche   abierta  de  estrellas  y  cerrada  de  honduras : 
Tengo  catorce  versos  también  para  cantarte  ; 
Tú  eres  el  arco  serio  de  mis  sienes  maduras, 

Y  tu  sal  negra  afirma  la   raíz  de  mi  arte. 

Noche  dura  de  estrellas  y  toda  pedrería. 
Aunque  te  sobran  ojos,  eres  la   ciega  eterna. 
A  las  veces  te  siento  tan  lejana  y  tan  fría, 

Y  a  deshora  me  rozas  con  tu  seda  materna. 

Noche  impoluta  y  trágica,  noche  bíblica  y  fuerte  : 
Noche  alucinadora,  cómplice  de  la  muerte  ; 
Madre  antigua  del  día  lívido  que  despunta: 

El  hombre  te  bordea  porque  te  tiene  miedo. 
Porque  hasta  tí  no  llega  la  ansiedad  de  su  dedo, 

Y  —  angustiado — te  raya  de  luz,  de  punta  a  punta 


ÍNDICE 


Página 

Primera  parte 5 

Los  carreros 7 

Los  pofros 13 

El  cantor  ciego 14 

Las  sortijas 15 

Mi  baño 17 

La  penca 18 

El  viraró 19 

El  árbol  solo 20 

La  majada 21 

El  río 22 

Las  lavanderas 23 

El  corderito  serrano 26 

Lluvia  de  seca 34 

El  lazo 37 

A  mi  Río 40 

Las  cinacinas 44 

Las  vacas 47 

Las  pitangas 46 

Tragedia  dulce 51 

Segunda  parte 53 

¿  Para  qué  ? 55 


i  10  PEDRO  LEANDRO  IPUCHÉ 


Página 


Héroes 57 

Por  la  noche 58 

La  madrecita 61 

Despertador 64 

La  selva  sin  pájaros. 65 

La  vocación  fatal 68 

Tener 70 

Los  árboles 73 

Naranjas » .  76 

Las  plazas 7Q 

Agua  y  raíz I 83 

Como  una  vida 84 

De  los  niños 85 

Dos  momenfitos ' 86 

Ritmo  y  hora 88 

Vida,  vida 90 

Luna 92 

Asunto,  etc 93 

Amor  triunfador 95 

Alegría 97 

Y  vine 99 

El  desarrollo * 101 

La  serenata 102 

¿  Cómo  fué  ? 103 

¡  Venga  un  abrazo  ! 104 

¡  Por  fin  ! 105 

Oírse 106 

Nuestra  hombría 1 07 

La  noche 1 08 


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USIHA  }  Cia. 
II  de  Julio.  950  -  Monteyideo 


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Ipuche,  Pedro  Leandro 
Alas  nuevas